viernes, 27 de noviembre de 2009 Cartas en el Desván de la Memoria I…

 

La revelación de tu belleza se me presenta en medio del mar rugiente que brama como león hambriento, aun ese mar rugue mas no habla, se da cuenta de la belleza de tus ojos, los árboles bailan al compás del viento en medio del pentagrama que las nubes forman a su antojo, la sinfonía empieza.

Empieza la sinfonía y la soledad dirige la orquesta; las montañas sirven de pedestales, el viento sopla, la tierra truena, el fuego cruje al arder, las aguas ruguen y esta sinfonía maravillosa es en tu honor, y cuando yo caminaba solo: ¿de quién tenía hambre mi alma por las noches y en los senderos errados? Y cuando yo subía montañas, ¿a quién buscaba siempre en las montañas sino a ti?

Y todo mi caminar y subir montañas: una necesidad era tan sólo, y un recurso del desvalido: - ¡volar es lo único que mi entera voluntad quiere, volar dentro de ti!

Sumergirme por completo en el abismo de luz, es lo que mi alma anhela, y a veces por las noches es lo único que me desvela, pasar por el mar de luz y sumergirme en el, para encontrar alivio, alivio para mi alma triste y cansada que por las pesadas noches trata de escapar de mi cuerpo, necesita escapar y así encontrar la libertad de no usar mascaras, la libertad de volar, bailar, reír sin sentirse presa de mis estúpidos prejuicios. Y así mi alma pueda “ser”, en vez de simplemente “estar”, por que para poder estar, indispensablemente se necesitas ser…

 

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